DE LAS RESPONSABILIDADES EN LA PRODUCCIÓN DE LITERATURA INFANTIL



El 4 de julio de 2012, Ana Garralón se publica en su blog una entrada en donde pide de manera abierta escritores de literatura infantil (http://anatarambana.blogspot.com/2012/07/urgente-se-buscan-escritores-de.html), pocos días después, el 18 de Octubre, permitirá a algunos editores conocidos expresarse a través del mismo espacio (http://anatarambana.blogspot.com/2012/07/hablan-los-editores-proposito-de-se.html) y como colofón final, el 23 de octubre decide expresar sus opiniones, basadas en una larguísima trayectoria, acerca de la infantilización de la literatura infantil (http://anatarambana.blogspot.com/2012/10/cansados-del-libro-albumsobre-la.html). Aunque me hallo de acuerdo con la mayoría de postulados que Garralon expresa, me parece que el asunto va más allá de la responsabilidad de unos escritores e ilustradores y que confluye en una complicada maraña de decisiones que afecta el aspecto académico, el comercial y el editorial. Aclaro, antes de continuar, que mis reflexiones parten desde un entorno latinoamericano, más exactamente Colombiano. Hago esta aclaración, porque en algún momento, al tocar el tema en Semilij, Silvia ha enfatizado que la producción española de LIJ es impresionante, en tanto aquí hemos de aguantar que el libro que más ha cubierto las vitrinas de la Librería Nacional, haya sido la biografía del último expresidente colombiano.
Los artículos de Garralón encuentran en un punto para ella clave, hay una gran responsabilidad de los autores de literatura infantil que ha hecho ganar un peso excesivo a la imagen en detrimento de la literatura. Amén de esto, casi no se ven buenas producciones literarias para las franjas de aquellos niños que ya saben leer de manera autónoma y que quieren explorar el mundo literario por sí mismos. Creo que no podemos estar más de acuerdo. Sin embargo, donde ella ve sólo un problema de autoría debe profundizarse un poco más. Veamos algunas de las responsabilidades. 

Responsabilidad académica. En la Universidad del Valle, la Licenciatura en literatura, no ofrece en ninguno de sus niveles tan siquiera una clase de Literatura Infantil y Juvenil. Es curioso, porque al ser una licenciatura, se esperaría que el joven docente tuviera a su disposición al menos un estado del arte de la producción de LIJ en su región y/o en español. Tengo entendido que una universidad privada, cuyo nombre no recuerdo ahora, está ofreciendo al menos una clase sobre el tema. En el caso de las personas que conozco, algunas de ellas adscritas a Semilij, otras a un grupo de bibliotecarios escolares, agradecen mucho de su pasión acerca de la LIJ, por bien o por mal, a Patricia Calonje, una docente de la misma Universidad del Valle, pero encargada de las pedagogías para la licenciatura de primaria.  El hecho enunciado nos permite evidenciar como en nuestra región la LIJ aún se ve como una hermana menor, quizás desprestigiada, de la literatura, como nos comimos el cuento de que la mejor literatura es la del Boom y luego la negra y luego la indígena. Esta concepción se refleja de manera dramática en los contenidos que luego los licenciados en literatura llevan a las aulas de clase. Resalto este hecho, porque mientras las licenciaturas en primaria se encargan de la  formación de los primeros lectores, serán los licenciados en literatura quienes se encargan de los pretendidos lectores más autónomos.  
Cuando estaba  estudiando en la universidad me encontré con que quienes se centraban en las posibilidades del libro infantil y juvenil, no eran los futuros escritores o los escritores en formación, sino los diseñadores gráficos. Creo que una o dos veces tuve la oportunidad de ver exposiciones de trabajos de clase que giraban alrededor de la producción de LIJ. Así mismo, en Icesi, el programa de Diseño de medios interactivos, ofrece al menos una clase sobre elaboración de libros Pop-up.
No es de extrañar entonces, que cada vez más haya una preponderancia de la imagen sobre el texto, del artificio del diseño sobre el contenido literario. 

Responsabilidad comercial. Creo que en Colombia la lista de los libros más vendidos de LIJ será encabezada por esos subproductos comerciales que son los álbumes de las películas. En particular de las películas animadas. Esto no sucede en las librerías, por supuesto, sino en los supermercados, esos centros dedicados al consumo en masa, y donde al lado de cada caja se encuentran junto con las revistas y los dulces, este tipo de libros que son de colorear o de pegatinas o para recortar. Libros que tienen un elemento gráfico junto a una o dos líneas de texto, cuando hay suerte.   
Así mismo, con contadas excepciones, las librerías infantiles son las menos, quedando relegadas a un espacio dentro de la librería propiamente dicha. Sin embargo es difícil ver en la vitrina de uno de estos espacios un libro  infantil o juvenil. Excepción hecha de Harry Potter o Crepúsculo.
Sin embargo la responsabilidad no sólo es de las librerías o de los supermercados sino que también abarca los departamentos comerciales de las editoriales, que no suelen ser fácilmente accesibles para los colegios. En primer lugar porque sus representantes tienen una formación de vendedores, no de lectores. La labor principal de estos asesores, es presentar un catálogo de aquello que la editorial está ofreciendo para los colegios, sin detenerse a examinar siquiera aquello que están ofreciendo. He oído muchas veces que la respuesta ante las dudas de un profesor sobre determinado título, suele ser expresada en los siguientes términos: “le ha ido muy bien, ha sido muy pedido en otros colegios”. 
En muchas ocasiones el desconocimiento del producto es tal, que se comprometen a entregar un número de libros que no se halla disponible. Como docente me sucedió con Changó, el gran putas, que quería leer con los jóvenes de once. En primer instancia se me aseguró la existencia del título en el catálogo y luego el número. Tres semanas después se me vino a informar que el título no existía en la editorial.  Recientemente también una compañera lo vivió con un título que ha tenido mucho más éxito a nivel comercial, Perder es cuestión de método de Santiago Gamboa.  Con este último título hay que hacer una salvedad preocupante, no es un título de plan lector ni es dirigido a público infantil y juvenil. La salvedad no es baladí y refleja hasta qué punto está la escuela en las manos de la producción comercial editorial. 

Responsabilidad editorial. Uno de los elementos que menos comparto de la serie de artículos que Garralón expone sobre el tema, es la salvación que de alguna manera propone de las editoriales. Para hacerlo presenta el caso de 6 editoriales, A buen paso, Ekaré, Kalandraka, Lóguez, Media Vaca y Océano Travesía, que a mi juicio no es donde radica el problema. Y digo no es donde radica el problema, porque no son ellas quienes han masificado el producto ni lo han llevado a las escuelas y, por bien o por mal, la mayor parte de ellas, produce libros que se ubican en las franjas Para bebés, Para los pequeños y Primeros lectores[1]. Las franjas que son menos problemáticas, siempre de acuerdo con Garralón, en la producción editorial.
Nunca he negado que el campo editorial sea comercial, es decir que su primer interés se encuentra en producir dinero, no en ofrecer obras de arte a los lectores. Si no fuese así, sólo el 50% de las obras de Stephen King habrían sido editadas y Paulo Coehlo jamás habría visto la luz. Sin embargo el adefesio más grande, en el que se han encontrado una política pública con el campo editorial, sea el Plan Lector.
Adefesio además porque no es precisamente Kalandraka o Lóguez o Ekaré, quienes buscan distribuir sus libros en las instituciones educativas. Esta responsabilidad es tomada por empresas como Santillana, Norma y/o Planeta, entre otras que ahora olvido. Estas editoriales han buscado producir libros para las instituciones educativas en donde priman muchos otros elementos sobre el literario, pero que se pueden resumir en los siguientes puntos:
1) El libro ha de ser políticamente correcto. No debe gustar sólo al docente, que lo media, ni a los alumnos, a quienes les es mediado; sino que debe ser también acogido de buena manera por docentes y directivas. Para que esto se logre debe conservar el status quo, es decir que no debe hacer una crítica contra el estado o la religión o la política. Es decir, se pide que no sea muy crítico. En las instituciones educativas se suele privilegiar el deber ser sobre otros muchos aspectos.
2) Ha de ser económico.
3) Ha de ser formativo. El libro de plan lector debe ser un ejemplo moral y ofrecer una formación en valores para los lectores. Si tiene una moraleja sencilla y directa, mucho mejor.
4) Ha de ser fácil de conseguir. Este es uno de los elementos más limitantes para los docentes y en donde más control tienen las editoriales sobre lo que los niños y jóvenes consumen desde la escuela. Es aquí donde se refleja más el poder que tiene esta franja dentro de la escuela. Si no está en el Plan lector ofrecido por la editorial será mucho más complicado para el docente y/o los padres de familia conseguir los títulos.  
5) Ha de ser muy pedido en muchas instituciones educativas. Las editoriales funcionan por el principio de oferta y demanda. Si esa joya literaria no es pedida por muchas instituciones educativas, no podrá ser ofrecida a los estudiantes de su institución. Así que si se quiere trabajar con los jóvenes A vuestro gusto, es mejor negociar y pedir Romeo y Julieta.  

Responsabilidad literaria. El escritor termina funcionando por los mismos principios de oferta y demanda, plegándose en muchos casos a las exigencias editoriales, porque si no no publica o se demora mucho. Recuerdo en particular el rechazo que una de mis obras sufrió por: a) Si el héroe falla al final cómo puede ser un héroe (bajo esa óptica los héroes lunares o los trágicos no existen) y b) La forma en la que el héroe muere es demasiado gráfica y fuerte para los estudiantes.
Sin embargo también es cierto que nos rendimos con facilidad, sobre todo en este nicho de mercado, hace falta más iniciativa y persistencia. Lo fácil es ser Celso Roman, ser un escritor mercenario y acomodaticio.
Pero el problema dista mucho de ser del libro álbum en particular o de los escritores en general, hace parte de una gran conjunto de fenómenos sociales (de la posición de los padres, de la que no hablé quizá por cansancio), que han ubicado al escritor de LIJ en cierto lugar o también, que han ubicado como autor de LIJ a quien no escribe.
  


[1] Estas franjas son tomadas del trabajo de Jim Trelease en su Manual para la lectura en voz alta. Publicado en Colombia por Fundalectura.

Comentarios

  1. Muy buen análisis. Me vuelve a despertar el interés sobre ese libro tuyo acerca de estos temas.

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