Seda




Autor: Alessandro Baricco
Ilustradora: Rebecca Dautremer
Editorial: Contempla Edelvives
Libro ilustrado
Recomendado para: Jóvenes lectores

El primer libro que conocí de Baricco se llamaba Tierras de cristal y contaba, entre otras cosas, la historia de un hombre empeñado en hacer un ferrocarril infinito que viajara siempre en línea recta. Siempre.  

No supe de Baricco hasta mucho tiempo después, cuando en una librería callejera, encontré sólo por $2000 (U$1) un ejemplar de Seda. Desde entonces se convirtió en uno de mis libros atesorados al punto que por tres cursos consecutivos lo leí a  mis alumnos, encajando de la mejor forma que podía –mirando fijamente las páginas del libro- el momento en que llegaba a las partes eróticas.

Los resultados de mis lecturas en voz alta no siempre fueron buenos –aquellos con un mayor hábito lector lo apreciaban, el otro sector del salón se resignaba-, pero siempre había uno o dos jóvenes que lo agradecían. 

Nunca volví a ver la versión de Norma. 

Hace poco tiempo, cerca de unos 5 meses encontré que Rebecca Dautremer había realizado algunas ilustraciones para el libro. En la pasada feria del libro de Bogotá, sin ninguna esperanza, mientras buscaba la versión de Edelvives de Nuestra señora de París,de Víctor Hugo, ilustrada en este caso por Benjamín Lacombe, me quedé de una sola pieza, cuando solo un escaque por encima del objeto de mi búsqueda. Seda. De Alessandro Baricco. Ilustrada por Rebecca Dautremer. Edición con sobrecubierta. Preciosa. Uno de los libros más hermosos que he visto nunca. 

Si bien Baricco narra una historia en apariencia sencilla, la de un hombre, Hervé Joncour, que viaja a Japón ante una epidemia de pebrina para contrabandear huevos de gusano de seda, producto del que depende todo su pueblo, Lavilledieu. En su viaje conoce y se enamora de manera completamente platónica de una chiquilla sin rasgos orientales, quien es la amada del jefe de contrabandistas, Hara Kei, quien lo considera su amigo. El relato, empero, está construido con tal calma y silencio que mantiene en vilo al lector a través del recurso mágico de todo buen escritor, el uso del lenguaje; a tal punto Baricco es un maestro en el tema que en algunos momentos nos deleitamos en su prosa como quien se deleita en las aguas de un poema. 

Sumado a esto, el lector puede encontrar ahora las ilustraciones de Rebecca Dautremer, quien decide ilustrar en al menos tres niveles diferentes de interpretación: literal, interpretativa y propositiva. En algunos momentos parte de interpretaciones propias de los personajes –al padre de Hervé Joncour le pone un parche en un ojo-, en otras realiza interpretaciones de los hechos históricos que rodean el libro, realiza adaptaciones más cercanas a la historieta que al libro ilustrado o al álbum, y, por último se atreve a incluir elementos que no aparecen en ninguna parte del libro y de los cuales inferimos que nos está contando otra cosa, adentrándose en los interlineados del relato, proponiéndonos su propia visión del relato. Además se ríe del lector, de una manera cálida y bella. Donde Baricco dice acerca de una carta escrita en japonés, Parecía un catálogo de huellas de pequeños pájaros, compilado con meticulosa locura. Era sorprendente pensar que, por el contrario, eran signos, es decir, cenizas de una voz quemada. (p.167)Dautremer ilustra un catálogo de huellas de aves, expertamente realizado en cuyo extremo inferior todas se mezclan. En el extremo inferior izquierdo leemos: Fuera de lo común desde 1981 publicado por Tishina-centro de investigación ícono-literaria.

Uno de los elementos más relevantes es poder ver como Hervé Jouncour se va disolviendo, desmadejando, descomponiendo, mientras Madame Blanche va leyéndole la carta. Quienes hayan leído el libro entenderán a qué momento me refiero. Quienes no lo hayan hecho, me entenderán cuando lleguen a ese momento. 

La traducción, sin embargo, no es la de Norma, es decir la de Mario Jursich Durán, sino la de Anagrama, de Xavier González Rovira y Carlos Gumpert, y aunque precisa e interesante, no estoy seguro que me gusté del todo. Hay una diferencia de tono que no me termina de convencer, aunque no estoy en nivel de argumentar. Como si Jursich Durán le diera más vuelo poético a la traducción en contraste con el trabajo de González Rovira – Gumpert. 

Un elemento que vale la pena agradecer es que Edelvives haya recordado que a los adultos nos gustan los libros bien editados y reseñados. En comparación con la edición de Norma, esta edición de Edelvives es encontrar un oasis en medio del desierto, así de preciosa es. Una delicia para el bibliófilo, para el lector.  

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