PRIMERO ESTABA EL MAR


Autor: Tomás González
Editorial: Punto de lectura
Recomendado para: Jóvenes lectores
Novela


     Estando en el Amazonas, una antropóloga que vive allá hace mucho tiempo le dijo a Elizabeth, que en algunos momentos la selva era una cosa inmensa que no se explicaba cómo no podía enloquecer; la selva era apabullante, desbordante. Quizás, podría pensar uno desde acá, desde esta orilla de asfalto, es que la gente no es capaz de soportarse, de convivir consigo misma. Sin embargo quizás hay algo más. Porque esa sensación también ocurre cuando estás acompañado en medio de esa inmensidad.
     Eso le pasa de alguna manera a J., el protagonista de Primero estaba el mar, quien se va junto con Elena, su amancebada, a una finca abrazada entre la selva y el océano, entre el verdor inmenso y el océano infinito. Ambos comienzan a descubrir cómo es la vida juntos lejos del Medellín de sus amores, de sus caminos de asfalto, y se comienzan a organizar, con decisión, con tesón, en una finca de unas cuántas hectáreas, a intentar vivir de lo que se cultiva y se puede criar. Empero, las malas decisiones, la vida doméstica, las pataletas infantiles de Elena, la mansedumbre ambigua de J., el constante consumo de licor y, jamás dicho, la presencia de la selva y del mar, poco a poco van minando sus intenciones. J. comienza con ganas de respetar la tierra, amando la selva, y al menos el amor le dura hasta que la plata alcanza.
     González va contando de manera vívida la vida cotidiana de J. y Elena, así como de quienes o ven desde afuera. Narra sus dudas, sus resquemores con la misma fluidez de un río que termina convirtiéndose en una catarata. A la manera de una obra de King o de Crónica de una muerte anunciada, se nos previene en más de una ocasión que el desenlace no va, no puede, ser feliz.
     Al tratarse de una primera obra hay algunos errores estilísticos, detalles menores, que en realidad no quitan ni ponen a la narración. En una carta que aparece J. es descrito como anarco y marihuanero, en la estadía en la finca no se va nada de eso; lo único que apocamiento y un consumo de licor, que a medida que van pasando las páginas se va volviendo más acusado, desnudando a J., dejándolo en obsesión de un entorno que no ha comprendido ni comprenderá, que termina devorándoselo.
     De ésta manera, Primero estaba el mar se convierte en una de esas obras que enriquece cualquier biblioteca, a cualquier lector.      

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