MATADOR


Autor: Wander Piroli
Ilustrador por: Odilon Moraes
Traducido por: Beatriz Peña Trujillo
Editado por: Babel Libros
Recomendado para: los pequeños
Libro álbum

     Matador no es un libro visualmente atractivo. El 95% de su paleta de color es verde clínica, color verde escuela oficial. Entre otros libros se pierde, de hecho sería de esos libros que podrían perderse por meses detrás de un anaquel que nadie lo echaría en falta. No es ese libro azul que van a preguntar a las librerías. Nadie preguntaría por un libro color verde sábana de hospital.

     La elección del color es un tema importante en un libro dirigido a niños. Principalmente, porque los libros dirigidos al público infantil están repletos de colores (Editorial Panamericana abusa de este recurso de manera tal que satura, marea, al lector), colores plenos, vibrantes, que obligan al ojo a fijar su mirada sobre la página, sobre las ilustraciones. El 90% de las ilustraciones de Matador son un telón de fondo para la narración alfabética.

     Sin embargo, sin embargo ese 10% que no es un telón de fondo obliga al lector a fijarse en el color, a reinterpretar las ilustraciones, a devolver las páginas recorridas y volver a comenzar. Ese 5% de la paleta de color que no es verde clínica se clava en la mente del lector y lo deja con un tenaz nudo en el estómago.

     Algo similar ocurre con la prosa de Piroli. Es sencilla, sin adornos; incluso podría denominarse escueta. Sin embargo, la forma de rematar la narración en la última página, recuerda las lecciones de Cortázar acerca del cuento. El final es pleno, vibrante, obligan al ojo a fijar su mirada sobre la página, sobre el texto alfabético.

     Matador narra la historia de un chico que no tiene suerte para atinar al blanco. Su sino es poseer una puntería terrible sin importar que tanto practique. Eso lo hace centro de las burlas de sus compañeros,

Yo iba guardando todo eso, una rabia muda, para desquitarme más tarde en el fútbol, distribuyendo pisotones y puntapiés a granel.
Un alivio temporal. Lo que yo quería, por encima de todo, era también matar un maldito gorrión. (p. 14)

     Y, por supuesto, donde hay burla hay desquite.


     Matador ingresa por derecho propio al Pequeño teatro de la crueldad, un teatro que hacía algún tiempo no tenía nuevos integrantes. Así, con un bajo perfil, recordando que una buena narración requiere de un buen contraste, Matador dejará inquietos a muchos lectores. Las preguntas vendrán después... 

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